La relación de la Hermandad con el General Millán-Astray, fundador de la Legión Española, surge en el año 1937, a raíz de la propuesta efectuada por escrito del prioste Adrián Bermejo, sobre el nombramiento del General como Hermano Mayor Honorario. Es muy posible que la advocación del Santísimo Cristo, como de la “Buena Muerte”, y la situación política que se vivía en el país y de la contienda que se libraba, determinara que en aquellos años de guerra se sucedieran numerosas propuestas e invitaciones para llegar a establecer una conexión de fraternidad entre las Hermandades y otras Instituciones, como el Ejército.
La propuesta sería trasladada al siguiente Cabildo General de 12 de marzo de 1937, donde se acepta por unanimidad. Al General Millán-Astray le sería comunicado su nombramiento como Hermano Mayor Honorario, siendo además invitado para presidir la estación de penitencia.
El General excusaría su asistencia lamentando no poder acudir personalmente, pero en la tarde del Martes Santo de ese año 1937 una representación del Tercio forma en la presidencia del “paso”, mientras que una escolta de cinco legionarios forma alrededor del mismo durante su recorrido.
Idéntica situación volvería a reproducirse en la Semana Santa del siguiente 1938, recibiéndose carta del General fechada el día 4 de abril, en la que comunicaba que su presencia quedaba supeditada a su precario estado de salud. La presidencia del “paso” del Santísimo Cristo definitivamente contaría con una representación del Tercio por segundo año consecutivo.
Sin embargo, el 18 de octubre de ese mismo año el General Millán-Astray realiza una visita a la iglesia de la Anunciación sin anuncio previo, y sin que por ello, pueda ser atendido por la Junta de Gobierno de la Hermandad, lo que motivó que días después se recibiera una emotiva y vibrante carta, fechada en 25 de octubre, dirigida al Hermano Mayor por el General Millán-Astray, en la que, al mismo tiempo que le comunica las razones de su visita y le ofrece promesa de otra posterior, le relata haber recuperado un cuadro con la imagen del Santísimo Cristo que la Junta de Gobierno le había enviado y que se encontraba extraviado, añadiendo que “lo he puesto en la pared a los pies de mi cama y a Él dirijo preferentemente mis oraciones y con ellas un cariñoso recuerdo para todos ustedes, mis queridos cofrades…”.
Al siguiente año 1939, vuelve a cursársele nueva invitación para presidir la Cofradía, recibiéndose nuevamente escrito del General agradeciendo la invitación. El día 1 de abril de 1939, víspera del Domingo de Ramos, se produce el último parte de guerra declarándose terminada la misma por lo que la Semana Santa de ese año estuvo presidida por la desaparición del fantasma de la guerra.
El Martes Santo, 4 de abril, amaneció lluvioso por lo que hubo indecisión a la hora de la salida de la Cofradía, reuniéndose con carácter extraordinario el Cabildo de Oficiales en la Sala de Profesores de la Universidad, donde concedida la venia, y con la presencia del Sr. Rector, el Consiliario D. Antonio Mejías Álvarez manifestó que el tiempo tendía a abonanzar, por lo que pedía la salida de la Cofradía que, tras breve deliberación, fue acordada por unanimidad.
La Presidencia de Honor fue compuesta por el Director Espiritual, el Excmo. Sr. General Millán-Astray quien se incorporó a la presidencia al pasar la Cofradía por delante del Casino Militar en la calle Sierpes, junto con una comisión de Jefes y Oficiales de la Legión, el Rector de la Universidad Dr. D. José Mariano Mota y Salado y Hermano Mayor. Al darse lectura a la lista de la Cofradía, sonaron en voz alta los nombres de aquellos hermanos muertos en la contienda, iniciándose acto seguido la salida que fue seguida con gran entusiasmo y fervor por todos los sevillanos, sobre todo cuando, alcanzada la Plaza de San Francisco, a la altura de donde se encontraba el General Queipo de Llano, bajo una intensa lluvia que se había desatado, se produjo una imponente ovación, tocando la Banda de Música de la Legión el Himno Legionario de tal modo que, según la crónica de El Correo de Andalucía del día siguiente,“el pueblo, electrizado, subyugado por la grandiosidad del momento, recibía con estoicismo el chaparrón, en tanto que aplaudía el lucido desfile”. Llegada la Cofradía a la Catedral, hubo de aguardarse un tiempo hasta que, serenada la noche, pudo regresarse a la Anunciación.
El General Millán-Astray sería nuevamente invitado para la estación de penitencia del año siguiente. No acudiría, aunque sí un representante suyo y una escolta de legionarios. Sería la última vez que se le cursaría invitación y la última que el “paso” del Santísimo Cristo desfilara escoltado por la Legión Española.
(Esta entrada de la sección de ‘El Retrovisor’ ha sido elaborada por N.H.D. Antonio Gutiérrez de la Peña)
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