El Santísimo Cristo de la Buena Muerte, como cada Domingo de Pasión, desciende de su altar para acercarse más que nunca a sus fieles. Aprovechamos este día para tener un rato de intimidad con Él. Para ello recordamos las palabras de la meditación pronunciada por NHD José Joaquín Gómez González en la bajada del Cristo con los hermanos que cumplen 50 y 75 años de pertenencia en la Hermandad.
ORACIÓN AL SANTÍSIMO CRISTO DE LA BUENA MUERTE EN SU BAJADA DEL ALTAR EL DÍA 25/03/2023
«Padre, en tus manos encomienda mi espíritu».
Acabas de bajar de tu altar para recibir la veneración de tus hijos, nuestros hermanos, hasta que un año más subas al monte calvario de tu paso donde pronunciaste estas últimas palabras.
Tu boca aún no se ha cerrado, está entreabierta, ni aún las manos de tu Madre han sufrido la Angustia del sexto dolor de recibir en sus regazos tu cuerpo muerto y cerrar con sus manos tus ojos.
No existen las casualidades, existen los designios inescrutables de Dios. Hoy es 25 de marzo, festividad de tu Encarnación en sus entrañas purísimas.
Por eso, Señor, Tú no estás muerto, porque aún molestas a muchos vivos.
Deseamos, Señor, que cuanto estés arriba, «Tú solo entre el clavel y el lirio estremecido», vuelvan a resonar en lo más profundo de nuestros corazones las más hermosas palabras que pronunciaste desde la otra cima de la montaña, el Sermón de las bienaventuranzas, desde donde nos sigues enseñando cómo debemos seguirte y qué es lo que esperamos recibir de Ti.
“Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos».
Qué dificil, Señor, reconocernos pobres en esta sociedad consumista en la que todos estamos inmersos. Por eso te necesitamos porque sólo Tú eres nuestro Dios y nuestro Salvador, y queremos ponernos en tu presencia para que nos concedas tu perdón; porque como nos dejó dicho San Juan Pablo ll «por muy grande que sean nuestros pecados, más grande es la misericordia de Dios».
«Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados»
Es imprescindible en este tiempo de Cuaresma y en vísperas de una nueva Semana Santa arrepentirnos profundamente de nuestros pecados que Tú bien conoces; por eso, imploramos tu ayuda para reconocer nuestras faltas e incrementar nuestro propósito de no volver nunca más a pecar, aunque volvamos a caer de nuevo confiados en que tú nos perdonarás 70 veces 7.
“Dichosos los humildes porque ellos recibirán misericordia”
Ayúdanos a ponernos siempre en tus manos, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre, aunque en muchas ocasiones escribas con renglones torcidos.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados»
Te suplico, Señor, que en el mundo reine Tu Justicia y no la de los hombres. Que sea tu Justicia la que se manifieste en la tierra; impulsándonos a participar activamente a que se cumpla en la tierra para que el fruto de la justicia sea la paz en todos los rincones del planeta.
«Dichosos los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia»
Señor, transforma nuestros corazones por el amor y el perdón y muéstranos tu misericordia y tu compasión. «Misericordia quiero y no sacrificio» para que sepamos comprender que sólo en el amor al prójimo podemos encontrarte.
«Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios»
Quien tiene un corazón limpio busca la verdad, la santidad, el perdón, la comprensión y el respeto y no se deja contaminar por los sentimientos y actitudes que entristecen al Señor.
«Dichosos los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados Hijos de Dios»
No se está refiriendo el Señor a los que vivimos en paz, que gracias a Él somos muchos; se refiere a los que luchan, a los que pelean, a los que entregan su vida por la paz y la justicia; y la mejor Paz que podemos recibir de Ti, Señor, es la paz en nuestros propios corazones al saber que somos hijos tuyos y que Tú nos amas.
«Dichosos los perseguidos por causa de la Justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos»
Dichosos los que luchan porque en el mundo impere la justicia de Dios y no la de los hombres, es decir, dichosos los que no se quedan callados ante los indefensos, los que levantan su voz y actúan en favor de quienes no se pueden defender.
«Dichosos ustedes cuando por mi causa os persigan, os insultes, os calumnien; alegraos porque os espera una gran recompensa».
Aquí, Señor, está la clave de nuestra Esperanza porque la vida sin Esperanza no tiene sentido.
Termino inspirándome en los versos de San Juan de Ávila diciendo:
No me mueve, Señor, para quererte el Cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de quererte.
Tú me mueves, Señor, me mueve el verte clavado en una cruz y escarnecido, me mueve, Señor, tu buena Muerte.
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