Tras el traslado de la Hermandad a su nueva sede en la calle San Fernando y en los comienzos de la década de los años setenta, una de las mayores innovaciones que se produce en el desarrollo de los cultos cuaresmales anuales quizás sea el traslado de los mismos a la Santa Iglesia Catedral, consiguiéndose de esa manera una mayor grandiosidad en dichas celebraciones.
Las razones de tan novedosa iniciativa se contienen en el escrito de 11 de octubre de 1971 que se dirige al Cabildo Catedralicio, en el que se le traslada la intención de “desarrollar un programa de cultos cuaresmales que, al mismo tiempo que corresponda al honor debido al Cristo de la Buena Muerte, sirva para poder ofrecer a los universitarios y a los católicos sevillanos en general, la posibilidad de acceder a unos apropiados y remozados ejercicios cuaresmales”. La contestación no se hace esperar ya que el 23 de octubre siguiente el Secretario Capitular D. Rufino Villalobos comunica que, tras acoger con gran interés el proyecto de la Hermandad, concierta una entrevista de la misma con el Cabildo “para resolver y acordar lo que mejor proceda”. El proyecto de cultos queda ultimado y aceptado en escrito de la Hermandad de 18 de diciembre del que se da traslado al Cabildo.
En los primeros años el culto era el referido al Santísimo Cristo, aunque muy pronto se produce una unificación de todos los dedicados a los Titulares de la Hermandad, pasando a denominarse Conferencias Cuaresmales, por lo que, si antes era la imagen del Santísimo Cristo la que era trasladada exclusivamente a la Catedral, después ya lo hará acompañada de la Santísima Virgen. Para ello se alzaba un altar justo en el trascoro de la Catedral, delante de la puerta principal de éste, la puerta de la Asunción, para el que se utilizaban los mejores elementos de la propia Catedral: altar de plata, candelerías, blandones, vizarrones, colgaduras y paramentos de terciopelo, ornamentos sagrados y mobiliario, todo ello perteneciente al tesoro catedralicio y que conformaba un magnífico y bello conjunto donde se entronizaba la imagen del Santísimo Cristo, y más adelante la de la Santísima Virgen.
El ejercicio del culto comenzaba con una introducción musical a cargo del organista mayor de la Catedral Rvdo. D. José Enrique Ayarra. Cada día, un estudiante universitario leía una oración compuesta ex profeso por los propios universitarios, terminándose después de la homilía con la exposición, bendición y reserva del Santísimo Sacramento. Todas las noches se interpretaba también al órgano una marcha procesional (Penas, Amarguras, Valle, Subterráneo y Coronación de la Macarena son las correspondientes, por ejemplo, al año 1972), invitándose expresamente a los Hermanos Mayores de las distintas hermandades. La predicación corría a cargo de eminentes oradores: el Obispo de Córdoba Cirarda Lachiondo lo es en 1972; al año siguiente se opta por el Obispo de Canarias y hermano de la Corporación Mons. Infantes Florido; en 1974 sin embargo cambia el formato del ejercicio cuaresmal optándose por la predicación de cinco Capitulares del Cabildo Catedralicio, los Ilmos. Sres. Artillo Galán, Garrido Mesa, Gil Delgado, Ordoñez Márquez y Villalobos Bote; para 1975 se cuenta con Mons. Montero Moreno, y al año siguiente con el Rvdo. P. Salvador Muñoz Iglesias. Para 1977 se volvería a contar con el Obispo de Córdoba, Mons. Cirarda Lachiondo, mientras que al año siguiente vuelve a ocupar la sagrada cátedra Mons. Infantes Florido.
El verdadero broche final lo pone la Función Principal de Instituto oficiada de solemne pontifical por el Sr. Cardenal Bueno Monreal. En el estrado encabezaban las representaciones el Teniente de Alcalde Delegado de Fiestas Mayores, Medallas de Oro de la Hermandad, Consejo de Cofradías, Hermanos Mayores de la Macarena, Silencio, Pura y Limpia del Postigo, Sacramental del Sagrario y de todas las del Martes Santo, interpretándose la Misa Pontifical de Perossi “Hoc est Corpus Meum” por la Agrupación de Valverde del Camino. Antes del comienzo las campanas de la Giralda repican llamando al culto, mientras que la Junta de Gobierno de la Hermandad del Sagrario hace entrega de la bellísima imagen del Niño Jesús de Martínez Montañés para que presida la mesa de Junta. En años sucesivos el recién creado Coro de la Universidad de Sevilla sería el encargado de la parte musical de la Función Principal.
Para dicha celebración lógicamente la Imagen del Santísimo Cristo, y luego la de la Santísima Virgen, eran trasladadas en la mañana del día antes del comienzo de los cultos, de forma sencilla, con un único acompañamiento de los dos faroles de la Cruz de Guía de la Hermandad, y portado por un numeroso grupo de hermanos, fieles y devotos congregados a las siete de la mañana para dicho traslado. El regreso se efectuaba a la terminación del Concierto Sacro con el que finalizaban los cultos el domingo por la tarde, siendo los propios estudiantes universitarios los encargados de efectuar el traslado hasta la capilla universitaria.
Pero tras la celebración del Cincuentenario de la Fundación, la Hermandad va a entrar en un nuevo compás. Los numerosos actos exigieron mucho esfuerzo y poco a poco los cultos se van simplificando llegando incluso a cuestionarse la continuidad de los mismos en la S. I. Catedral, a lo que contribuye sin duda los elevados gastos que ello supone.
El altar se va a trasladar a la nave lateral (donde hoy está instalado el llamado altar del Corpus), y el decorado es mucho más sencillo, tanto en elementos de plata utilizados como en ornamentación. El Santísimo Cristo se colocará entonces en su “paso” de salida para lo que es trasladado todos los años, días antes. A ambos lados, la imagen de la Stma. Virgen y la de San Juan, sobre la que en muchas ocasiones los priostes han hecho ver la necesidad de que la Hermandad cuente con una imagen del mismo, y que en otras era cedida por la Hermandad de Las Aguas que entonces radicaba en San Bartolomé, hasta que a partir de 1977 la Hermandad va a disponer de una imagen del Apóstol propia tras el ofrecimiento del escultor y hermano de la Corporación Juan Abascal.
Los elevados costes que dichas celebraciones suponían y la cada vez menos asistencia de fieles determinarán que 1982 fuera el último en que los cultos cuaresmales se celebraran en la Catedral.
(Esta entrada de la sección de ‘El Retrovisor’ ha sido elaborada por N.H.D. Antonio Gutiérrez de la Peña)